Cuando estudiaba historia en EGB tenía un profesor (Don Alfonso) al que le gustaba que las respuestas fueran exactas a lo que ponía en el libro. Lo recuerdo como un pésimo profesor que no parecía saber más allá de lo que le decía Anaya o Santillana. Interminables horas de memorización de las que ahora mismo no recuerdo nada de nada. Aunque había otros malos profesores, parece ser que era el único que seguía la norma de la ley del mínimo esfuerzo que con tanto ahínco nos echaban en cara otros, y simplemente leía el texto.
Al llegar a BUP apareció un nuevo profesor jovencito que parecía traer unos aires diferentes a lo que por allí pululaba. Su manera de dar la historia era totalmente opuesta a como hasta ahora yo había visto. Nada de memorizar fechas (bueno, alguna muy importante como 1492 y poco más. Aunque él conocía que 500 años antes un islandes ya había llegado por allí), nada de memorizar nada. Explicaba la historia como lo que es, una historia. Con sus historias dentro de la linea principal, personas poco conocidas que jugaron papeles decisivos, trasfondos políticos, culturales, etc... todo unido nos hacía ver un conjunto compacto en el que todo estaba relacionado y "coordinado". De esta manera era más fácil aprender porque el propio cerebro podía enlazar los datos como en una red sin esfuerzo de memorización. No seguíamos demasiado el libro de texto, su frase típica era: "yo se más que el libro" y tenía razón.
Ahí empezó a interesarme la historia. Lo bonito de la historia no es el hecho en sí, si no las pequeñas historias que lo componen. Como muestra tenéis en mi otro blog la lucha criptográfica que se mantuvo en el segunda guerra mundial, a la que por regla general se estudia como "los alemanes tenían una máquina para codificar mensajes pero los aliados al final la descifraron y les sirvió para ganar la guerra". De decir eso a hacer un pequeño análisis de lo que ocurrió puede depender que a un chaval le entren ganas de aprender más o de pasarlo todo por alto. También me acuerdo de que tenía un pequeño cuño y en los exámenes nos miraba los folios en blanco y nos los cuñaba una y otra vez para que no le diéramos el cambiazo. Tenía una memoria increíble, de eso también me acuerdo. Llegó a participar en Saber y Ganar aunque sólo duró un programa. Ahora hoy me levanto con la noticia de que después de estar muchos años con depresión no ha aguantado más y ha decidido no seguir luchando. Se ha ido un buen profesor, de esos que no abundan, porque cada vez más es un trabajo y no una dedicación. Va por ti Luismi.